Esta es la razón central por la que nunca te pasará
¿Te has preguntado recientemente cómo hacer para equilibrar un poco más tu vida? ¿Cómo hacer para tener un mayor balance entre tu trabajo y el tiempo que te dedicas a ti mismo o a tu familia?
¿Te has preguntado cómo hacer para no perderte la infancia y el crecimiento de tus hijos, de dónde sacar horas para ir al gimnasio, para leer un libro o estar con los amigos?
¿Has llegado incluso a plantearte que ni es posible tener un balance en la vida y que estamos condenados a vivir para trabajar en lugar de trabajar para tener una vida?
Si es así, bienvenido al club. Miles de personas alrededor del mundo se plantean este dilema.
He conversado con docenas de personas sobre este tema a lo largo de mi carrera y el planteamiento es siempre el mismo: “Lograr el equilibrio es imposible. Hay un punto en tu carrera en que tienes que sacrificar algo, si es que quieres salir adelante”.
¿Qué pasaría si te dijera que la manera en la que se encara este desequilibrio por parte de las personas que lo sufren está derechamente equivocada?
Cómo me decía un profesor en la Universidad:
Si la pregunta está mal hecha, nunca podrás dar una solución adecuada.
El enfoque convencional
Cuando decimos “Equilibrio Trabajo – Vida Personal” planteamos una problemática de Suma Cero.
La única manera de resolver el dilema es quitándole a uno para darle a otro. Si quiero más vida personal, entonces debo sacrificar mi trabajo y viceversa.
Por lo tanto, eso es lo que intenta la mayoría de las personas. Sacrifican uno de los dos en favor del otro. La mayoría de aquellos que se quejan del desbalance priorizan el trabajo. ¡Obvio! Hay que pagar las cuentas. Algunas personas (las menos) sacrifican el trabajo en favor de la casa, pero en poco tiempo, comienza el stress, la presión del trabajo se hace abrumadora y renuncian. En nada, el dinero empieza a ser el factor central y volvemos al principio. Mejor, priorizamos el trabajo.
Qué hacen aquellos que lo hacen mal
Para aquellos que tienen hijos, el gran sacrificio es dejar de verlos crecer y dejar de compartir con ellos.
Parece algo menor, pero el tiempo vuela y en un abrir y cerrar de ojos nuestros bebés tienen 8, 14, 18 años y te perdiste todo ese proceso. Comienzan las lamentaciones.
No viste el primer partido de fútbol, ni el primer baile o la premiación de honor al estudiante más destacado. No estuviste para aconsejarle después de su primera pelea o de su primer corazón roto. Sin duda no estuviste allí para ayudarlo con esa presentación difícil o con el examen de matemáticas que era tu fuerte por ser ingeniero (ellos siempre te vieron como el genio de los números).
Para las personas que no tienen hijos, el sacrificio parece ser la salud. Mental y Física. Trabajar todo el día no solo implica alimentarse mal, sino que quita el tiempo para ir al gimnasio, visitar a tu familia, jugar fútbol, entrenar o, simplemente, descansar y dedicarte a tus hobbies.
Cuando uno tiene veintitantos años, no parece ser un problema, pero cuando en los cuarentas te das cuenta que esa hamburguesa del McDonalds no se quema tan rápido como antes, pero no puedes evitar comértela, todo empieza a transformarse en un gran problema.
De pronto, en un chequeo de rutina, tus indicadores están por los cielos, padeces de presión alta o de alguna cosa peor. Entonces te preguntas, por qué no tuve una mejor calidad de vida antes…
El culpable es siempre el mismo. ¡Es que tenía que trabajar y no había tiempo!
Déjame contarte una historia
En uno de mis talleres, hace un tiempo atrás, conversaba con varios directivos de empresas. Uno de ellos era VP de Operaciones de una gran empresa industrial. Una persona muy orgullosa, con una personalidad muy imponente y, sin duda, alguien con una carrera muy destacada.
Durante la sesión, él se mostraba duro y firme, indicando que nada era más importante que trabajar.
“En la vida, si quieres hacer una buena carrera, tienes que sacrificar algo. En mi caso, decidí que, para darle prosperidad a mi familia, tenía que sacrificar el tiempo con ellos. Al final lo logré, mis hijos estudiaron en Universidades de primer nivel del extranjero y hoy tienen buenos puestos de trabajo en otros países”.
Sonaba impresionante, pero mientras iba avanzando en su reflexión, empezó a hacer conciencia de lo que decía. Él trabajó duro por 20 años, tuvo éxito, hizo dinero, pero se perdió el crecimiento de sus hijos. Es más, ya ni siquiera vivían en el país con él. No pasó mucho rato entre que terminó de hablar y volvió a pedir la palabra. Con los ojos cargados, hizo una potente reflexión:
“Ahora que lo pienso, no estoy tan seguro de que mi elección haya sido la mejor, pero es la que hice y tengo lidiar con ella. Si pudiera volver a elegir, no sé si elegiría lo mismo. Sin duda, me encantaría haber sido parte de algunos de los momentos más importantes en la vida de mis hijos y de mi familia. Quizás sea el momento para empezar a hacer las cosas de una manera diferente”.
Bronnie Ware, un enfermera que realizó un estudio por muchos años con enfermos terminales, concluyó que entre los principales deseos de aquellos que estaban en su lecho de muerte figuraban:
no haber trabajado tan duro
haber tenido más contacto con mi familia y amigos
haberme permitido a mi mismo ser feliz
Un problema mal abordado
Si el problema está mal definido, entonces cualquier solución que adoptes fallará.
La manera correcta de plantear el problema, no es un dilema entre trabajo y vida personal, el verdadero dilema está entre INEFICIENCIA y Vida Personal.
Sí. Tu propia ineficiencia. Lo que debemos hacer no es trabajar menos. Es trabajar mejor. Perder menos el tiempo en tareas inútiles durante la jornada.
Si crees que el problema es el trabajo, pues no has sido lo suficientemente riguroso, ni autocrítico para darte cuenta que el problema no es la cantidad de trabajo que tienes, sino la manera en la que tú administras tu tiempo cada día.
El típico ejecutivo se levanta alrededor de las 6.30 de la mañana, revisa su celular por veinte minutos, toma desayuno, se baña y se cambia. Lee el diario. Sale de su casa, en plena hora punta, a las 7.30 o 7.45 de la mañana.
En el camino escucha las noticias por radio (algunos pocos escuchan música), se estresa porque sabe que ya está entre 15 y 20 minutos tarde para llegar a su oficina.
Llega a la oficina a eso de las 8.30am, deja sus cosas en su escritorio, se sirve un café, conversa con un par de personas en el pasillo y se sienta a trabajar alrededor de las 9am. Revisa sus correos y los responde por media hora, haciendo una que otra llamada telefónica. Algunos revisan el diario por 20 o 30 minutos antes de comenzar el ritual de correos electrónicos. Rápidamente, son las 10am. Comienza una seguidilla de reuniones, la mayoría de las cuales son improductivas, muy largas (más de una hora), en las que nunca se arranca puntual, con frecuencia no hay agenda y las discusiones se desvían del punto central y con muchos participantes que se la pasan viendo sus redes sociales el 75% del tiempo o contestando correos en sus laptops).
A la 1pm termina sus reuniones (fueron dos o tres por la mañana) y se va a almorzar. Por lo general, regresa a las 3pm y se aboca a hacer su trabajo. Preparar algún informe, coordinar temas específicos por teléfono. A eso de las 5pm, su personal a cargo empieza a hacer fila delante de su oficina, para que apruebe cosas, para que revise informes o para que firme documentos. Esto se extiende hasta las 6 o 7 de la noche. En ese momento se libera para poder revisar algunos de sus temas personales.
A las 8pm u 8.30pm, cansado, cierra su computadora y se va a casa. En plena hora punta. Otra vez. En lugar 20 minutos, le toma 45. Al llegar a casa alrededor de las 9.30pm, sus hijos duermen. Come algo y a la cama. Ya es tarde para leer o ir al gimnasio. Al día siguiente, más o menos lo mismo.
Cómo hacer entonces para resolver el problema
En lo que se tiene que fijar este ejecutivo es en el mal uso de su tiempo. Él podría salir perfectamente a las 5.30 o 6.00pm de la oficina, cada día, si fuera más productivo.
7 Medidas que puedes tomar inmediatamente para disminuir la ineficiencia
Primero: Llegar más temprano. Como me dijo un cliente alguna vez. “Nosotros no estamos en el tráfico. Nosotros SOMOS el tráfico”. El minuto en que uno se levanta tarde y sale en plena hora punta, pierde 30 minutos.
Si uno le gana a la hora punta y sale de casa antes del momento crítico, no solo deja de perder 30 minutos, sino que llega a la oficina al menos otros 30 más temprano.
Si en lugar de llegar a las 8.30, llegas a las 7.30, ganaste. Solo saliendo 30 minutos antes de tu casa. Si quieres encontrar más minutos libres e ineficientes, piensa en aquellos que les gusta pasarse horas conversando sobre la nueva serie de Netflix o el partido de fútbol en el pasillo o en la cafetería de la empresa. O el almuerzo de 2 horas de nuestro ejecutivo. Con 30 minutos basta.
Segundo: No contaminar nuestra Mentalidad: Ir en el auto escuchando noticias es algo que drena energía. Energía que necesitaremos en el día para trabajar más enfocada y rápidamente.
El 75% de las noticias que escuchamos en la radio son irrelevantes; no contribuyen en lo más mínimo a nuestra cultura, entendimiento, ni productividad en el trabajo. Son “chismes de cuello y corbata”, nada más.
Pero no solo eso, también se trata de malas noticias y, está demostrado por la ciencia, que el escuchar malas noticias, indispone nuestro cerebro, lo cansa y lo vuelve negativo. Nuestra mentalidad sufre. Si quieres ser productivo debes tener una mentalidad positiva, optimista y ganadora.
De igual forma pasa con el Diario. Muchos ejecutivos lo leen al llegar a la oficina. Tiene el mismo efecto que la Radio. Créeme.
Es un paradigma difícil de romper.
Si dejas de leer el diario, no te vas a volver más ignorante, ni tonto. Simplemente, le vas a evitar a tu cerebro las malas noticias. Además, liberarás media hora en tu agenda.
Steven Pinker tiene un interesante análisis de la evolución de las portadas de diarios en los últimos 50 años para vender más, donde las portadas negativas dominan las semanas. Léelo. Es ilustrativo.
Tercero: Priorizar Adecuadamente: Las personas altamente efectivas, dedican sus primeras 3 o 4 horas del día a trabajar en sus tareas más importantes (TMI), aquellas que representan e impactan en el 80% de sus metas.
Los ejecutivos ineficientes hacen lo contrario.
Para comenzar, no identifican sus tareas críticas (las que mueven la aguja del desempeño), no se organizan e improvisan cada día. Peor aún, destinan sus primeras horas a responder correos o a ir a reuniones. Este enfoque es totalmente equivocado.
Cuando uno se dedica a responder correos electrónicos en la mañana, está disponiendo de su mejor energía y capacidad mental, para atender las agendas de otros. Grábate este mensaje:
NO EXISTE TAL COSA COMO UN CORREO URGENTE!
Si es urgente, te van a llamar con insistencia, no te lo van a pedir por correo electrónico. Los correos electrónicos se revisan y responden al final del día o después del almuerzo.
Cuarto: Acabar con La REUNIONITIS: La Corporación Virgin (Sí, la de Richard Branson) hizo un estudio en todas sus empresas sobre las reuniones. Encontraron que las personas perdían en promedio 8 a 10 horas semanales en reuniones improductivas.
Si lo que quieres es mayor equilibrio en tu vida, irte más temprano, ver crecer a tus hijos o ir al gimnasio, prácticamente, bastará con que dejes de perder el tiempo en reuniones inútiles.
Las reuniones deberían servir para tomar decisiones, pero el 75% de las reuniones son para temas informativos. Asisten demasiadas personas, que no solo no aportan, sino que podrían estar haciendo algo más productivo en otro lado, pero van “para estar enterados”. ¡Por favor! Si quieres que se enteren, envíales el acta.
La mayoría de estar reuniones carecen de agendas, actas, responsabilidades, ni propósitos. Sin contar que todo el mundo llega en promedio 15 minutos tarde y que se discuten temas diversos o que interesan a unos pocos.
La Corporación Virgin, como parte de la resolución del problema, diseñó salas de reuniones con mesas altas solo para 4 personas, no tenían sillas, ni empanaditas, ni refrescos, ni galletas. Además, solo podían ser reservadas por 20 minutos. Desincentivar masivamente las reuniones. El resultado fue que redujeron en 50% el tiempo en reuniones y mejoraron la calidad en la toma de decisiones. Ergo, mayor productividad y satisfacción personal. De nada.
Quinto: Aprender A Decir Que No. El problema de muchas personas es que no saben decir que no, en especial a sus propios jefes.
Uno tiene que desarrollar esta habilidad, para dejar de ser un esclavo de las agendas del resto.
Así como le diremos “no” a contestar a los correos inmediatamente, le diremos que no a numerosas reuniones y a numerosos encargos (que no contribuyen a nuestros objetivos críticos o a nuestras T. M. I.).
Muchas personas nos interrumpen cuando estamos trabajando (de otras áreas y nuestros mismos subordinados) y, por cortesía, los atendemos, dejando de hacer lo que estábamos haciendo.
David Allen, en su libro “Getting Things Done” (Logrando que se hagan las cosas) menciona algo llamado la regla de los 2 minutos. Solo si puedes resolverlo en menos de dos minutos, debes “matarlo” en ese momento. Si toma más de dos minutos debes evaluar su prioridad y asignarle una hora posterior. El arte de decir “no”, no radica en decir “no”, radica en decir “claro que sí, pero no ahora”. Esto funciona también con nuestro jefe, pero muchas personas tienen miedo de decirle que no a sus jefes. Es un arte también, pero le dedicaré un artículo a este punto.
Sexto: La disciplina del enfoque: Si nosotros tenemos una buena agenda, seremos más productivos, en la medida que nos enfoquemos en terminar nuestra tarea. Si yo decido que un informe para la Gerencia es mi Tarea Más Importante (TMI) del día, pues le dedicaré 3 o 4 horas en mi agenda, por la mañana, ni bien llegue a la oficina.
La clave está en no parar hasta que uno termine.
En el período en el que esté escribiendo dicho informe, no revisaré mi correo, no contestaré el teléfono, no recibiré a nadie en la oficina. Tampoco, me distraeré con las redes sociales o el whatsapp.
A esto se le llama "Trabajo Profundo".
Cal Newport escribió un libro llamado “Deep Work” que versa sobre el tema, pero todos los autores de efectividad lo mencionan.
Nuestro cerebro activa un funcionamiento de alto desempeño, luego de 10 o 15 minutos de enfoque en una tarea. Es un nivel de concentración que lleva a procesos cognitivos profundos, lo que facilita la creatividad y la productividad.
Si lo interrumpimos a cada rato, el cerebro nunca llega a esos niveles de desempeño. Por ejemplo, escribir este artículo es mi TMI de hoy, por eso lo estoy escribiendo desde que me senté a primera hora en mi escritorio y no pienso parar hasta que esté publicado.
Séptimo: Poner una hora de salida: Este es un recurso psicológico muy potente, fácil de implementar y poco utilizado. Debes educar a tu cerebro a tener una hora de salida. Eso le va a ayudar a ser más efectivo durante tu tramo laboral.
El ser humano necesita rituales y hábitos para funcionar eficientemente. Así como te levantas temprano en la mañana y haces todo casi de manera automática, por las tardes debe ser igual.
Establece como objetivo una hora de salida por las tardes. Al finalizar tu Tarea Más Importante cada día, no tendrás ningún remordimiento en irte temprano. No te quedes dando vueltas en la oficina, revisando cosas inútiles o alargando el día innecesariamente.
Conozco a muchos ejecutivos que dan vueltas por la oficina sin ningún propósito en particular y van encontrando conversaciones o “coordinaciones” (todos temas de trabajo) en el camino y terminan alargando su jornada en 45 o 60 minutos innecesariamente.
Si llegas a las 7.30am, a las 5.30pm o 6pm no solo habrás completado todo lo relevante para el día (tus pendientes serán solo cosas que generan poco valor, que puedes delegar o postergar), sino que además estarás cansado. Tu cerebro rendirá al 60% de su capacidad. Cualquier cosa que quieras hacer en la noche, la podrás hacer por la mañana en la mitad del tiempo.
Decrétalo y sal cada día a las 5.30pm, antes de que comience la hora punta.
Acabas de ganar 3 horas en tu día
El ejemplo anterior, naturalmente, es una generalización, pero es la clase de ejercicio que uno tiene que hacer para poder ganar en equilibrio.
Lo interesante es que no sacrificamos trabajo por vida personal, ni viceversa.
Con esta mentalidad, lo que hacemos es ser más productivos, trabajamos mejor, conseguimos resultados relevantes y nos vamos a casa tranquilos.
En lugar de llegar a las 9.30pm, llegamos a las 6.30pm o 7pm. Nuestros hijos aún están despiertos, podemos jugar con ellos, leer con ellos, cenar con ellos, conocerlos y ser parte de sus vidas.
Si no tienes hijos, te puedes ir directo al gimnasio, a ver a tu mamá o a tus amigos o llegar a tu casa temprano a leer o ver tu serie favorita en la televisión (no veas noticias, no suma).
El equilibrio no existe
Como conclusión, deja de pensar en equilibrios. Eso no existe, ni existirá. Es una visión falaz que genera un dilema inexistente. Si trabajamos bien, con una alta productividad y dejamos de perder el tiempo en el trabajo, podremos producir lo necesario cada día en mucho menos tiempo, liberando horas para nosotros mismos; para usarlas como mejor nos parezca.
Se trata de generar una Armonía en Todas las Dimensiones de Nuestra Vida. Con alta productividad y alta satisfacción personal.
Cómo comenzar
Para mi, el punto de partida es trabajar en nuestra mentalidad. Debemos hacer una verdadera reflexión de lo que significa el “Equilibrio Trabajo / Vida Personal”.
Qué es lo que es verdaderamente importante para nosotros. Qué vamos a perder si es que no corregimos nuestros hábitos. ¿Nos importa perderlo?
Para mi es muy importante llegar a casa y estar con mis hijos. Son pequeños y me enorgullezco de haber estado presente durante todo el proceso.
¿Qué es lo verdaderamente importante para ti?
Una vez que has reflexionado y estás dispuesto a comenzar este proceso, deberás comenzar a organizarte. Diseña tu día.
Jim Rohn decía “nunca comiences un día sin haberlo terminado antes en papel”.
Ponle acción a la intención. La recompensa y el castigo estarán claros para ti.
Atrévete.
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Nos vemos la próxima semana
Un abrazo
Esteban
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